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Writer's pictureJosué Sánchez Marín, MEdMR

Día 1 como docente


Recuerdo muy bien mi primera experiencia como docente en una pequeña escuela rural aislada. Empaqué mi maleta llena de libros, esperanzas y expectativas, pero sin un plan concreto de dónde dormiría esa primera noche. Cuando llegué fui recibido fríamente por el director quien lejos de guiarme o apoyarme me dejó en paz. Sin una palabra de bienvenida, fui abandonado a mi suerte.


La primera noche fue una noche que nunca olvidarás. La única opción que tenía era pararme en el pasillo de la escuela, en una silla vieja. Para mí, un perro maloliente cuya compañía era el único consuelo en medio de la soledad. La lluvia no paraba, caía a torrentes, como si el cielo estuviera en armonía con lo que sentía por dentro. Fue una tormenta que reflejó mis dudas y miedos. ¿Estaba realmente en el lugar correcto? ¿Podré afrontar los retos que me presentaba el entorno rural? ¿Era este el inicio de la carrera que había soñado?


El sonido de la lluvia se mezcló con el eco de mis pensamientos mientras intentaba dormir. Como si la situación no pudiera empeorar, se cortó el suministro eléctrico. En el cofre negro, me siento más perdido que nunca. Lloré Las lágrimas no eran sólo de tristeza, sino también de desilusión y duda. Todo fue muy diferente a lo que imaginaba cuando decidí dedicarme a la docencia.Ese primer día, esa primera noche, me dio una lección crucial: el comienzo es duro, muy duro. Ningún libro de texto te prepara para estas primeras experiencias donde el aislamiento y la incertidumbre parecen ser tus únicos compañeros. Las condiciones eran duras, la expectativa era inexistente y la fe en mi profesión temblaba.Sin embargo, aprendí que, aunque el comienzo sea amargo, lo importante es mantener la determinación. Me enfrenté al dilema de irme o quedarme. Pero algo en mí me dijo que perseverara. Aunque la primera noche fue la más complicada de mi vida profesional, también fue el inicio de un proceso de aprendizaje y crecimiento. Estos primeros momentos de duda, lluvia y oscuridad me enseñaron la resiliencia que ahora considero esencial para todo docente.


La enseñanza, como cualquier otra profesión, no es fácil. A veces te deja en medio de una tormenta, preguntándome si perteneces. Pero si te mantienes decidido, poco a poco empezarás a ver la luz. No la luz eléctrica que se apagó esa noche, sino la luz en los rostros de los estudiantes, la luz que se ve cuando entienden una nueva lección, cuando avanzan, cuando saben que, a pesar de todo, marcamos la diferencia.< br Para quienes inician esta hermosa pero exigente profesión, les digo: los primeros días pueden ser difíciles, incluso destructivos. Pero estoy decidido. El impacto que provocarás, aunque no siempre sea inmediato, será profundo. Como el sonido de la lluvia esa primera noche, los desafíos pasarán y lo que quedará será la alegría de aguantar y continuar.


Esa primera noche me enseñó que aunque el comienzo es difícil y lleno de incertidumbre, es en esos momentos que descubrimos quiénes somos. La flexibilidad, la paciencia y la pasión por la enseñanza son más importantes que cualquier tipo de comodidad. Ser docente no se trata sólo de transferir conocimientos, sino también de adaptarse, resistir y aprender junto a los alumnos. Si persistes en la tormenta, descubrirás que las recompensas de este negocio son mayores que las dificultades iniciales que te quitarán. Todos los desafíos que hagas darán sus frutos al final.


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