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Enfrentando estudiantes con problemas de comportamiento: las estrategias para docentes



Los problemas de comportamiento en los estudiantes pueden plantear desafíos significativos en el aula. Sin embargo, con estrategias efectivas y una mentalidad positiva, los educadores pueden ayudar al alumnado a navegar estas dificultades y crear un entorno de aprendizaje propicio para todos. Si bien es importante apoyar a los discentes con problemas de comportamiento, los docentes también deben establecer límites claros y no permitir que sean irrespetuosos en función de su condición. Equilibrar la empatía con la disciplina es crucial. Esta publicación de blog explorará varias técnicas e intervenciones para gestionar y apoyar a los estudiantes con problemas de comportamiento.


El comportamiento no aceptado en los niños y niñas pueden manifestarse de varias maneras, incluyendo agresión, desafío, hiperactividad y abstinencia social. Comprender las causas fundamentales de estos comportamientos es crucial para abordarlos de manera efectiva.


Los padres, educadores y profesionales de la salud desempeñan un papel vital en la identificación y gestión de estos desafíos. Las estrategias de intervención temprana, como proporcionar un entorno estable y de apoyo, implementar rutinas estructuradas y participar en una comunicación abierta, pueden ayudar a mitigar los problemas de comportamiento. Además, buscar la orientación de profesionales como psicólogos infantiles o consejeros puede ofrecer estrategias personalizadas para apoyar el desarrollo emocional y social del niño o niña. Reconociendo que cada uno es único, un enfoque personalizado que considere las necesidades y circunstancias específicas es a menudo la forma más exitosa de fomentar cambios positivos de comportamiento.


Estrategias para docentes


  1. Refuerzo positivo


El refuerzo positivo implica reconocer y recompensar el comportamiento positivo, lo que alienta al estudiante a repetirlo. Según Sulzer-Azaroff y Mayer (1991), recompensar el comportamiento positivo puede mejorar la dinámica del aula y promover un ambiente de apoyo. Además, integrar una variedad de recompensas, como elogios verbales, pegatinas o tiempo de juego extra, puede satisfacer las diferentes preferencias de los estudiantes y aumentar la motivación. Los educadores también pueden crear un sistema de refuerzo positivo que permita a los estudiantes realizar un seguimiento de su propio progreso, fomentando un sentido de independencia y responsabilidad. Además, revisar y ajustar regularmente las estrategias de refuerzo garantiza que sigan siendo efectivas y relevantes para las necesidades cambiantes de los estudiantes.


  1. Reglas y expectativas consistentes


Establecer reglas y expectativas claras y consistentes ayuda a los estudiantes a comprender los límites. Aplicar estas reglas con equidad y consistencia ayuda a generar confianza y respeto (Charles, 2018). Al involucrar a los estudiantes en el proceso de creación de reglas del aula, los maestros pueden aumentar la aceptación y la responsabilidad de los estudiantes. Las ayudas visuales, como los carteles de las reglas colocadas alrededor del aula, pueden servir como recordatorios constantes para los estudiantes. Revisar y discutir regularmente las reglas con la clase también puede ayudar a reforzar su importancia y fomentar la adhesión.


  1. Programas de aprendizaje social y emocional (SEL)


Los programas SEL enseñan a los estudiantes habilidades esenciales como la auto conciencia, la autogestión y las habilidades sociales. La investigación de Durlak et al. (2011) sugiere que los programas SEL pueden reducir los problemas de comportamiento y mejorar el rendimiento académico. Proporcionar oportunidades para que los estudiantes practiquen las habilidades SEL en situaciones de la vida real puede mejorar su comprensión y aplicación. La integración de este programa en el plan de estudios diario a través de actividades como juegos de rol o discusiones grupales promueve una comprensión más profunda de estas habilidades. Además, involucrar a las familias en estas iniciativas puede extender el aprendizaje más allá del aula y crear un entorno de apoyo para los estudiantes.


  1. Resolución colaborativa de problemas


Involucrar a los estudiantes en la resolución de problemas de comportamiento les da un sentido de propiedad y responsabilidad. Greene (2014) sugiere que la resolución colaborativa de problemas puede conducir a cambios de comportamiento más sostenibles. Establecer un enfoque estructurado para la resolución de problemas, como el uso de un método paso a paso, puede guiarlos a través del proceso de manera efectiva. Fomentar la comunicación abierta y la escucha activa durante las discusiones fomenta un ambiente inclusivo en el que todos los estudiantes se sientan escuchados. Los docentes también pueden facilitar reuniones de seguimiento para reflexionar sobre el progreso y hacer los ajustes necesarios a las soluciones.


  1. Participación de los padres, madres o encargados


Interactuar con los guardianes de los estudiantes puede proporcionar información sobre el comportamiento fuera de la escuela. Los esfuerzos de colaboración entre el profesorado y padres pueden reforzar el comportamiento positivo y abordar los problemas subyacentes que contribuyen a los problemas de comportamiento (Epstein, 2011). La implementación de reuniones regulares o la apertura de más canales de comunicación, como boletines o correos electrónicos, mantiene a los hogares informados e involucrados. Animar a los guardianes a compartir sus observaciones y estrategias desde casa puede proporcionar información valiosa para guiar la gestión del comportamiento en el aula. Además, organizar talleres o sesiones informativas para ellos puede equiparlos con herramientas para apoyar el crecimiento social y emocional de sus hijos.


  1. Desarrollo profesional


Los educadores deben buscar el desarrollo profesional continuo para aprender nuevas estrategias para manejar el comportamiento en el aula de manera efectiva. La capacitación en técnicas de gestión del comportamiento puede empoderarlos para manejar situaciones desafiantes de manera más segura y eficiente (Reinke, Herman y Stormont, 2013). Participar en talleres o conferencias puede exponerlos a enfoques innovadores y nuevas investigaciones en la gestión del comportamiento. Establecer grupos de apoyo entre pares dentro del centro educativo puede proporcionar una plataforma para que los profesionales compartan experiencias y aprendan unos de otros. Además, las escuelas y colegios pueden ofrecer programas de tutoría donde los docentes experimentados apoyen y guíen a los colegas menos experimentados en la gestión del comportamiento en el aula.


Manejar los problemas de comportamiento en el aula es complejo, requiere paciencia, consistencia y una variedad de estrategias. Al adoptar estos enfoques basados en la evidencia, los profesores y profesoras pueden crear un entorno de aprendizaje positivo que acomode a todos los estudiantes y apoye su desarrollo académico y social.


Una estrategia efectiva es implementar una rutina clara y consistente. Establecer un horario predecible proporciona a los estudiantes una sensación de seguridad y reduce la ansiedad, lo que a menudo puede conducir a problemas de comportamiento. Los profesores deben comunicar claramente las expectativas y los procedimientos, utilizando ayudas visuales y recordatorios verbales según sea necesario. La rutina ayuda a los estudiantes a saber qué esperar y a comprender las consecuencias de sus acciones, lo que permite transiciones más suaves entre actividades y minimiza las interrupciones.


Finalmente, reconocer y recompensar el buen comportamiento anima a los estudiantes a repetir esas acciones, fomentando un entorno de respeto mutuo y cooperación. Estos elementos pueden ir desde elogios verbales hasta incentivos tangibles como pegatinas o tiempo de juego extra. Es crucial adaptar los premios para adaptarse a las necesidades y motivaciones individuales de cada estudiante, asegurando que el refuerzo sea significativo y efectivo. Este enfoque no solo mejora el comportamiento en el aula, sino que también aumenta la autoestima y la confianza de los estudiantes en su capacidad para tomar decisiones positivas.



Referencias

Charles, C. M. (2018). Building classroom discipline (11th ed.). Pearson.

Durlak, J. A., Weissberg, R. P., Dymnicki, A. B., Taylor, R. D., & Schellinger, K. B. (2011). The impact of enhancing students’ social and emotional learning: A meta-analysis of school-based universal interventions. Child Development, 82(1), 405-432.

Epstein, J. L. (2011). School, family, and community partnerships: Preparing educators and improving schools (2nd ed.). Westview Press.

Greene, R. W. (2014). Lost at School: Why our kids with behavioral challenges are falling through the cracks and how we can help them. Scribner.

Reinke, W. M., Herman, K. C., & Stormont, M. (2013). Classroom-level positive behavior supports in schools implementing SW-PBIS: Identifying areas for enhancement. Journal of Positive Behavior Interventions, 15(1), 39-50.

Sulzer-Azaroff, B., & Mayer, G. R. (1991). Behavior analysis for lasting change. Holt, Rinehart and Winston.

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