Cuando pensamos en evaluación, la imagen más común sigue siendo la de un número frío en un examen: 78, 85 o 92 sobre 100. Ese número parece resumir todo el esfuerzo, la comprensión y las habilidades de un estudiante. Sin embargo, esta forma de calificación, aunque tradicional, es profundamente limitada y, en muchos casos, contraproducente.