Los Walking Dead en el centro educativo
- Josué Sánchez Marín, MEdMR

- Sep 24
- 4 min read
En un mundo que cambia a toda velocidad, impulsado por la tecnología, la ciencia y las dinámicas sociales, la educación no puede quedarse atrás. Desafortunadamente, muchos centros educativos aún tienen docentes que, por comodidad o costumbre, se aferran a sus métodos, materiales y dinámicas tradicionales, sin actualizarse.
Este inmovilismo no solo afecta el aprendizaje de los estudiantes, sino que también pone en duda la credibilidad de la escuela como un lugar de innovación y preparación para el futuro.
El peligro de la falta de actualización docente
La investigación educativa señala que la enseñanza efectiva requiere flexibilidad, innovación y apertura al cambio (Darling-Hammond et al., 2017). Cuando un profesor no se actualiza:
Las clases pierden relevancia, pues los contenidos y ejemplos se desconectan de la realidad actual.
Los estudiantes se desmotivan, percibiendo que lo aprendido no se relaciona con su vida cotidiana.
Se desperdician oportunidades pedagógicas, al ignorar nuevas metodologías y herramientas más efectivas.
Se genera rechazo hacia la innovación, perpetuando un ambiente rígido que dificulta la adaptación escolar.
El docente queda desfasado profesionalmente, lo que afecta tanto a su práctica como a su prestigio (OECD, 2020).
En otras palabras, permanecer en la zona de confort puede convertir al profesor en un actor pasivo dentro de un mundo educativo que exige transformación constante.
Los walking dead en el centro educativo: un riesgo silencioso
Permitir que existan docentes que han renunciado a innovar convierte al sistema educativo en un espacio plagado de inercias y de displicencia. Estos “walking dead de la educación”, docentes que deambulan en la práctica pedagógica sin un rumbo o un objetivo claro, no solo frenan el aprendizaje de sus alumnos, sino que arrastran hacia la mediocridad a toda la institución y esta por consiguiente al sistema educativo como tal. Por lo tanto, cuando la educación tiene muchos docentes desactualizados transmite un mensaje devastador: que el cambio no es necesario, que el conocimiento no evoluciona y que el conformismo es aceptable en la formación de las nuevas generaciones.
Además, cuando la inercia -y le ineptitud en algunos casos-, se normaliza, la escuela corre el riesgo de volverse irrelevante frente a otros espacios de aprendizaje más dinámicos y actualizados, como entornos digitales, programas extracurriculares o plataformas de formación independiente. Si el aula no ofrece experiencias transformadoras, los estudiantes dejan de verla como un lugar de crecimiento y comienzan a percibirla como una obligación vacía. En ese sentido, mantener docentes inmóviles no solo perjudica al presente de los alumnos, sino que erosiona la confianza de la sociedad en el valor mismo de la educación formal.
Preguntas para identificar a un docente estancado
Algunas preguntas clave permiten reconocer si un docente ha dejado de renovarse:
¿Hace más de cinco años que no participa en programas de formación continua?
¿Repite los mismos materiales y ejemplos año tras año, sin adaptarlos a nuevos contextos?
¿Evita incorporar tecnologías educativas o solo usa lo básico sin explorar sus posibilidades?
¿Responde con resistencia o desinterés a propuestas de innovación curricular?
¿Culpa exclusivamente al estudiante por la falta de motivación, sin cuestionar su propia práctica?
¿Se limita a clases expositivas tradicionales y rechaza metodologías activas?
Si varias de estas preguntas se responden afirmativamente, es probable que exista un riesgo de estancamiento.
Cómo evitar caer en la zona de confort
Salir de la inercia docente y dejar de ser "Los Walking Dead en el centro educativo" no es sencillo, pero sí necesario. Algunas estrategias para evitar este estancamiento son:
Formación continua: participar en cursos, congresos o webinars que actualicen conocimientos y metodologías, incluso la formación informal es válida.
Experimentación didáctica: probar dinámicas nuevas en clase y evaluar sus resultados.
Retroalimentación constante: solicitar comentarios de estudiantes y colegas para identificar áreas de mejora.
Trabajo colaborativo: integrarse en comunidades de aprendizaje docente para compartir buenas prácticas.
Actitud de aprendizaje permanente: asumir que enseñar implica aprender y renovarse de forma constante (Fullan & Hargreaves, 2016).
Ejemplos de buenas prácticas innovadoras
El cambio comienza con acciones concretas que enriquecen la enseñanza y preparan mejor a los estudiantes:
Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP): resolución de problemas reales que integren diversas asignaturas.
Uso crítico de la tecnología: integrar plataformas interactivas, gamificación o realidad aumentada como complemento pedagógico (Kimmons & Graham, 2020).
Clases invertidas (Flipped Classroom): los estudiantes revisan el contenido en casa y en clase se enfocan en aplicar y debatir.
Evaluación auténtica: portafolios, debates o presentaciones que reflejen competencias reales más allá de exámenes tradicionales.
Aprendizaje colaborativo: actividades en grupo donde el conocimiento se construye colectivamente.
Educación socioemocional: integrar actividades que desarrollen empatía, resiliencia y habilidades comunicativas.
Vinculación con la comunidad: proyectos con impacto social o participación de expertos externos para conectar la escuela con el mundo real.
Un docente que se queda en su zona de confort limita el desarrollo de sus estudiantes y corre el riesgo de volverse irrelevante en un mundo en constante cambio. Por el contrario, un profesor que se actualiza, innova y reflexiona sobre su práctica inspira motivación, fortalece la calidad educativa y conecta la escuela con la vida real.
La clave está en reconocer las señales de estancamiento, atreverse a salir de la rutina y comprometerse con la mejora continua. Solo así la educación podrá cumplir su misión: preparar a las nuevas generaciones para enfrentar los retos del futuro.

Referencias
Darling-Hammond, L., Hyler, M. E., & Gardner, M. (2017). Effective Teacher Professional Development. Palo Alto, CA: Learning Policy Institute.
Fullan, M., & Hargreaves, A. (2016). Bringing the Profession Back In: Call to Action. Oxford, OH: Learning Forward.
Kimmons, R., & Graham, C. R. (2020). The disruptive potential of the flipped classroom: New pedagogies, new technologies, and new learning. Educational Technology Research and Development, 68(2), 765–780. https://doi.org/10.1007/s11423-020-09752-9
OECD. (2020). Teachers and School Leaders as Lifelong Learners. Paris: OECD Publishing. https://doi.org/10.1787/48d6a8b6-en





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